lunes, 17 de octubre de 2011

LA SOCIEDAD ESPAÑOLA FRENTE AL DESAFIO DE LA PROLIFERACIÓN DEL RACISMO. Conferencia de Jaume D´Urgell

Conferencia y debate abierto: «La sociedad española, frente al desafío de la proliferación del racismo», impartida el día 14 de octubre de 2011, en el Ateneo de Madrid, en el marco del ciclo de conferencias «Pan y Circo», organizado por la Agrupación de Retórica y Elocuencia, bajo la presidencia de Aarón García Peña.
Buenas tardes,
Muchas gracias por vuestra asistencia a este acto, que consistirá en una breve conferencia, seguida de un debate abierto a la participación del público que hoy nos acompaña en el Ateneo de Madrid, para abordar un asunto polémico donde los haya: tomar conciencia de que a día de hoy —14 de octubre de 2011—, nuestra sociedad —la sociedad española— padece un creciente problema de racismo.
Vaya por delante que este es un acto académico, social, científico, crítico y por encima de todo: político, pero no partidista. Dicho sea en otras palabras: muy por encima de cualquier otra militancia, esta reflexión se pretende libre de dogmas, y su única lealtad confesa, será a la conciencia libre, a los hechos y al análisis que de ellos alcance a deducir, sin imposiciones de agenda, institución, siglas, ni cualquier otra pretensión espuria.
Este es un acto político, pero no partidista.
Hecha esta aclaración previa, señalar aún que aquí hay "leña para todos" —o casi todos—, porque no alcanzo a recordar fuerza política ni institución pública que se encuentre libre de tacha... es más, la crítica se torna más dura, cuanto mayor ha sido el grado de responsabilidad asumido por todas las fuerzas, a uno y otro lado del arco parlamentario.
Todavía un apunte más: a los efectos de esta charla, utilizaremos el término 'racismo' con un significado más amplio que el estrictamente formal, esto es: no vamos a hacer alusión única a odio interracial, sino a que la vamos a extender a otras formas de atentar contra la Igualdad: así, a pesar de la aparente falta de rigor formal —por simplificar—, hablaremos de 'racismo' para hacer referencia al conglomerado de expresiones racistas, xenófobas, clasistas y de odio religioso que serán objeto de este breve análisis.
El racismo como tabú
No podemos obviar que la inmensa mayoría de la población sabe que hablar de racismo, es hablar de sentimientos, actitudes y acciones innobles, ilegítimas, ignominiosas, cuando no: abiertamente ilegales... quien más, quien menos, asocia de algún modo la idea del racismo con las atrocidades del Holocausto, cometidas por los nazis, contra judíos, comunistas, masones, disidentes, homosexuales, personas con discapacidad, gitanos, testigos de Jehová, resistentes de países invadidos, lesbianas y republicanos españoles, entre otros colectivos... y claro: ¡A nadie le gusta ser tildado de profesar la ideología neonazi! Por lo que durante años, el racismo se ha intentado ocultar de mil formas:
Los particulares no decían ser racistas (digo 'decían', porque —por desgracia— cada vez se pierde más el miedo a salir del 'armario tolerante' y reconocerse en público como racista). Y digo 'armario' porque el procedimiento para 'salir' y mostrarse tal como uno es, guarda asombrosos paralelismos con el de otros colectivos: uno enseña la patita, deja entrever cualquier expresión de doble uso, fácilmente renunciable —si llegara a ser preciso—, y si ve que 'hay respuesta', pues ya entra a la carga con todo, con la tranquilidad de saberse ante un correligionario. De cualquier modo: la gente corriente no va por ahí con una camiseta en la que ponga: "Sí, yo también soy racista".
Uno no confiesa ser racista a menos que tenga la convicción de contar con la confianza de otro racista.
Las instituciones, por su lado, padecen de una hipocresía similar a la de las personas: a ningún líder político le gusta confesar públicamente que su sociedad padece un problema de racismo, por lo que el problema se niega hasta la saciedad y la versión oficial siempre aduce que 'no existe' el racismo, o es 'estadísticamente despreciable'... 'casos sueltos' que no merecen siquiera ser registrados por separado, de modo que se pueda disponer de datos precisos para analizar tendencias y articular políticas apropiadas. Existen datos públicos, pero escasos, descentralizados, inconsistentes y a menudo obsoletos.
Por desgracia, a nivel político, el racismo es una incomodidad nefanda, no es 'cool'... es un asunto al que muy pocos queremos hacer frente.
Y otro tanto cabe señalar a niveles educativo y laboral, —sobre todo: laboral—, donde el manto de silencio se refuerza con el de la indefensión; porque los efectos del racismo jamás se atreven a adoptar tal nombre, consignándose bajo la forma genérica de: 'candidato inapropiado', 'exceso de cupo', 'aspirante inadecuado', 'falta de méritos', etc. Si alguien piensa que esto no es verdad, le pido que acompañe a una familia gitana mientras realiza los trámites de solicitud de matrícula en muchísimas escuelas, muchas de las cuales —además—, cubren parte de su presupuesto con cargo al Erario Público.
La sociedad española es racista
y además: cada día lo es más
Esta es una realidad tangible, que se encuentra a la vista de todo el mundo: la sociedad española es racista y además: cada día lo es más.
La gente común está perdiendo el miedo a decir que: 'no le gusta la gente de fuera', 'que esto está lleno de moros', que si 'todos los negros pasan droga', que si 'los del Este son violentos porque han estado en la guerra', que si 'yo no soy racista, pero mi niña no se casa con uno de esos', que si 'aquí no queremos mezquitas'...
Y eso la gente común, porque algunas fuerzas políticas han ido más lejos, como en el caso de algunos ayuntamientos donde se llegó a decir que se negarían a empadronar a inmigrantes, hasta que se les hizo ver su flagrante ilegalidad desde el Ministerio Fiscal... flagrante ilegalidad y absoluta estupidez: negar el padrón equivale a negar Derechos Constitucionales, Derechos Humanos como son la Sanidad y la Escolarización. Pero es que además, por reducción al absurdo, si tales políticas llegaran a tomar cuerpo: mantener a una proporción de la ciudadanía fuera del sistema sanitario implica un enorme peligro de salud pública, que acabaría por afectar al 100% de la población.
Y eso no es todo: a mis manos han llegado pagatinas de una infausta plataforma política catalana, en las que se podía leer: "Parado, un inmigrante tiene tu puesto de trabajo", he incluso pedían el voto, a pesar de ir contra los tiempos regulados en el proceso electoral.
Es necesario crear un estado de opinión pública que no consienta ninguna expresión de racismo, porque la impunidad es una invitación a la reincidencia.
Pero lo peor no es lo que hagan cuatro ridículos extremistas políticos, anclados en las coordenadas de la Alemania de los años 30... lo peor es que incluso partidos políticos con representación parlamentaria acarician la idea de la confrontación por origen racial, étnico, cultural, religioso o geográfico... legando a verter acusaciones genéricas contra toda la población de Andalucía y Extremadura.
¿Es creíble que todos los extremeños y todos andaluces sean unos pícaros, vagos e ignorantes? ¿Cómo es posible que el clamor social no excluya de inmediato al orate que se atrevió a soltar semejante barrabasada? ¿Qué tipo de sociedad tenemos?
Sí, España es racista, pero que nadie piense que mi idea es hablar mal de España. La sociedad española no es más racista que otras, lo que sucede es que en estos momentos se dan las circunstancias políticas, sociales y económicas para que cunda con más fuerza la idea del rechazo a la diversidad.
Sí, el rechazo a la diversidad: se interpreta que 'mi tribu se encuentra amenazada' y la amenaza solo puede ser exógena. 'Mi tribu' puede ser mi raza, mi religión, mi demarcación geográfica, mi idioma... cualquier cosa que pueda servir para discriminar, sin tener en cuenta que en realidad, discriminar personas por todas esas razones, es como juzgar la calidad de obras literarias por las tapas, encuadernación, grosor, tipo de papel o lugar donde fue impreso.
Se teme a la diferencia. Se odia al otro. Se odia lo que no se controla. Se rechaza lo desconocido.
Y en época de escasez de recursos, la necesidad de encontrar respuestas sencillas a circunstancias complejas, conduce a muchos a no pensar: a elegir la respuesta fácil, aunque sea estúpida.
¿Acaso tienen los negros menos derecho que nosotros a sobrevivir? ¿Y quienes profesen otra religión? ¿Los que no hablen nuestra misma lengua materna? ¿No son confiables los moros? ¿Y los gitanos?
Y lo peor de todo es que cuando la mala idea no es propia, siempre hay algún aprovechado, dispuesto a sembrar el odio en propio beneficio: solo así cabe explicar que en una de las cinco poblaciones más importantes de Barcelona, el hoy alcalde, haya logrado alzarse con el bastón de mando merced a un programa fundamentalmente discriminatorio.
Cabe incluso la posibilidad de que ese pobre diablo ni siquiera sea racista... pero lo que sí es seguro es que no tiene vergüenza ni escrúpulos para servirse de tal idea al efecto de sacar votos... ¡Y lo peor, lo terrible, es que le ha salido bien!
Es muy grave que, como sociedad, consintamos el asentamiento institucional de las políticas racistas.
La normalización del racismo
Pero lo peor no es eso, lo peor es que estas ideas lleguen a consolidarse como 'normales'. Lo peor es la consolidación del ideario racista, su aceptación social.
El problema no solo es que hayamos presenciado una agresión racista en el metro, o que hayamos leído sobre ella en la prensa o en las redes sociales... el problema es cuando un día cualquiera, en una conversación de sobremesa, nuestra madre —la depositaria de la confianza por antonomasia, la primera persona que nos enseñó a distinguir el bien del mal— nos espeta cualquier expresión racista, propia o copiada, y nos dice algo así como: "¡Yo no sé a dónde vamos a llegar, esa gente está por todas partes!", "¡Se oyen decir tantas cosas!", "¡Yo no sé de dónde habrán salido!", "¡Hoy ni siquiera he podido sentarme en el autobús porque estaba lleno de 'panchitos'... en el ambulatorio igual, los hospitales ya ni te digo... ¡Claro! Vienen a eso: a usar nuestra Sanidad... ¡Cómo ellos no tienen!".
Sí, es un hecho: escuchar este tipo de expresiones es cada vez más frecuente. Ya sea en nuestras casas, en la cuadrilla de amigos, en la facultad o en el trabajo: ignominias que hace diez años habrían provocado asombro y rechazo, hoy son relativamente comunes.
La necesidad de tomar conciencia
y medidas para frenar el racismo
El discurso racista está muy bien hilvanado: es sencillo, en apariencia, listo para que lo digiera cualquier tipo de persona, sin tener en cuenta que probablemente el victimario pueda ser víctima a su vez, de seres 'más arios' que él mismo.
Decía una campaña de la Organización No Gubernamental francesa 'SOS Racisme', que si los racistas padecieran el racismo, probablemente serían menos.
El quiz de la cuestión es tan sencillo como tomar conciencia de que los criterios de discriminación racistas son absurdos, que no se tienen en pie.
Que no somos tan distintos... que el 'yo', el alma o como se le quiera llamar: reside en su cerebro... ese órgano rosa de textura parecida a la plastilina, que se vuelve gris al morir... eso nos contiene, todo lo demás es accesorio, adquirido, intercambiable o innecesario: como una especie de traje.
No somos tan distintos los unos de los otros. Sucede como en las guerras: si nos conociéramos, sería imposible deshumanizarnos, y con ello dejaríamos de poder 'odiarnos porque sí', a priori.
Somos animales territoriales, gregarios, poseemos predisposición instintiva a armarnos y a acaparar más recursos de los que razonablemente podamos disfrutar... pero somos inteligentes, y como tales, sabemos que emitir juicios sin juicio previo, es arbitrario, temerario y supone un riesgo para nuestra propia seguridad... una amenaza para la supervivencia.
En la cultura, en el entendimiento, en la investigación científica, en las Artes, en las relaciones humanas, en la política, en la Filosofía, en el entretenimiento, en el comercio, en el deporte, en los espectáculos...
El racismo es autodestructivo, la convivencia es una oportunidad.
Referencia legal
Y ya para terminar, me gustaría proceder a la lectura de una brevísima referencia legal que de ningún modo podemos omitir: los dos primeros artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, dos artículos de la Constitución Española y un Artículo de la Ley de la Función Pública.
Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948
Artículo 1. Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.
Artículo 2. Toda persona tiene los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.
Constitución Española de 1978
Artículo 10. 1. La dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad, el respeto a la Ley y a los derechos de los demás son fundamento del orden político y de la paz social. 2. Las normas relativas a los derechos fundamentales y a las libertades que la Constitución reconoce se interpretarán de conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos y los Tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas materias ratificados por España.
Artículo 14. Los españoles son iguales ante la Ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.
Estatuto Básico del Empleado Público de 2007
Ley 7/2007, de 12 de abril. Título III. Capítulo VI. Deberes de los empleados públicos.Código de Conducta.
Artículo 53. Principios éticos. 4. Su conducta se basará en el respeto de los derechos fundamentales y libertades públicas, evitando toda actuación que pueda producir discriminación alguna por razón de nacimiento, origen racial o étnico, género, sexo, orientación sexual, religión o convicciones, opinión, discapacidad, edad o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.
Tras estos, me gustaría leer —todavía— una síntesis telegráfica de todo lo anterior, y proponeros una Declaración, que podemos debatir, modificar, ampliar y aprobar, si os parece, como documento de trabajo y propuesta concreta que salga de este evento.
Síntesis
1.- Tenemos un problema de racismo.
2.- Ese problema está creciendo.
3.- Es preciso adoptar medidas a nivel político, educativo y jurídico, para evaluar, educar, sensibilizar y cuando sea preciso: prevenir, investigar, juzgar y rehabilitar racistas.
Manifiesto
1.- La sociedad española debe asumir que tiene un creciente problema de racismo.
2.- La Xª Legislatura será clave para cambiar la tendencia.
3.- El racismo es un problema social de primer orden, que no se debe subestimar, ignorar, justificar, ni silenciar.
4.- La ciudadanía debe exigir a los partidos políticos la inclusión de propuestas concretas en sus programas de gobierno, encaminadas a hacer frente al creciente problema de racismo que padecemos como sociedad.
5.- El Estado es responsable de abolir cualquier tipo de actitud oficial de racismo. Existen leyes a tal efecto, pero no hay voluntad política para acatarlas y además cumplirlas con lealtad a su letra y espíritu.
6.- Es preciso adoptar medidas orientadas a combatir el racismo:
A. Los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado deben abolir la práctica de guiarse por criterios racistas a la hora de preseleccionar a posibles sospechosos para realizar controles masivos de documentación en la calle.
B. Debe generalizarse la implantación de las Fiscalías Especializadas en Delitos de Odio y debe existir formación, información y voluntad política suficiente, para que la Judicatura adopte criterios más restrictivos a la hora de enjuiciar casos en los que el odio racista asuma un factor preponderante en la acción criminal.
C. Al igual como se hizo en los Estados Unidos de América, desde los años sesenta y hasta bien entrados los ochenta: todo establecimiento abierto al público, oficina comercial o dependencia institucional, incluyendo transportes terrestres, naves y aeronaves deberían mostrar en un lugar visible carteles en los que se indique claramente que: "Todos los seres humanos tienen idéntica dignidad, derechos, obligaciones y oportunidades".
D. El Estado debe asegurar la introducción transversal de contenidos educativos orientados a potenciar el respeto y la convivencia entre todas las personas.
Conclusiones y cierre
Nos encontramos ante el desafío de hacer frente a un problema muy viejo, muy serio y muy actual; un problema que podemos y debemos atajar antes de que se nos vaya de las manos.
El racismo es un efecto indeseable, producto de una época en la que se acentúan los desequilibrios sociales.
El racismo —como casi todas las expresiones del fascismo— tiene mucho en común con la mala hierba: su tendencia a crecer allí donde no se la combate; su capacidad para aparecer y echar raíces incluso en los terrenos más fértiles, y el hecho cierto de que una respuesta tibia o negligente puede degenerar en un zarzal que dé al traste con varias cosechas.
El racismo es un problema complejo, al que debemos combatir desde varios frentes y para el que no existen fórmulas fijas: por un lado, es importante la labor de sensibilización social; por otra parte, es preciso actuar en la educación, sembrando la buena semilla de la convivencia y el respeto: en todos los niveles y en todas las asignaturas, desde la entrada en la guardería, hasta la defensa de la tesis doctoral; y finalmente, en los casos en los que la formación y la información no sean suficientes, es imprescindible garantizar la Justicia: brindando la máxima atención a las víctimas y asegurando que ningún crimen racista quede impune.
Se pueden adoptar buenas y malas soluciones... de todas ellas habrá mucho qué aprender, pero lo último que podemos hacer es no hacer nada.
Estamos abocados a entendernos. Invertir la tendencia actual y superar el racismo es un objetivo que se encuentra al alcance de nuestra mano.
No es imposible, no se puede posponer, no podemos rendirnos y no nos vamos a rendir.
Muchas gracias.

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